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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

Capítulo 91
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JUEGOS DE SEDUCCIÓN. CAPITULO 8. Por un mágico instante

A Rex se le secó hasta la garganta. Le sostuvo la barbilla por un momento y la miró a los ojos. No

pudo evitar sentir un aleteo de excitación en su pecho al mirarla. Era tan increíblemente hermosa que

se sentía embriagado por ella, solo quería tocarla y sentir su cuerpo sudando contra el suyo.

—¿Estás segura de esto? -preguntó.

-Sí–asintió Abby con el corazón acelerado. Llevaba media vida fantaseando con ese momento, y

ahora ya no quería dar marcha atrás. 2

Rex se inclinó hacia ella, con aquellos ojos ardientes clavados en los suyos, mientras susurraba en

voz baja:

-¿Por qué siento que si hago esto voy a echarme el lazo al cuello? 2

Una sonrisa perversa se extendió por el rostro de Abby mientras se relamía con avidez. Extendió la

mano para acariciar su pecho a través de la camisa, sintiendo los duros músculos ondulando bajo su

tacto.

-Porque no vas a querer que me vaya mañana -le aseguró y Rex contuvo el aliento.

-Entonces vamos a jugar esta noche…

Se inclinó lentamente hacia ella, hipnotizado por el deseo que la muchacha llevaba escrito en el rostro.

Cuando sus labios se juntaron, los fuegos artificiales estallaron dentro de él, y se perdió en una bruma

de placer y deseo.

Abby gimió suavemente mientras Rex deslizaba sus manos por su cuerpo, explorando cada

centímetro de ella con dedos hambrientos. La provocó y la tentó, haciéndola enloquecer de lujuria

mientras se besaban apasionadamente.

Sus manos eran calientes y Abby le sacó la camisa y el delantal dejándolos a un lado, mordiendo

sobre la piel suave y tensa de su pecho mientras Rex echaba atrás la cabeza, con los ojos cerrados y

la sentía pelarse con su cinturón.

Abby apenas podía respirar. Lo deseaba más que nunca, estaba desesperada por sentir la dureza de

su cuerpo presionado contra ella. Se bajó de aquella banqueta y descendió por su abdomen,

mordiendo y besando a medida que le bajaba el pantalón. Cuando su nariz rozó su miembro, incluso

por encima del bóxer, sintió que se mojaba solo por la necesidad.

Abby levantó la mirada y vio que Rex la observaba, con los ojos entrecerrados de placer, mientras ella

lo acariciaba. Cuando lo tomó en su boca, lo escuchó suspirar su nombre mientras uno de sus puños

se cerraba sobre su cabello. Abby sabía lo que quería y se movió contra él, sintiendo como aumentaba

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la intensidad del gemido de Rex.

La sensación era increíble, Rex estaba duro como una roca y tan grande que pensó que iba a

ahogarse, pero a pesar de todo continuaba succionando y lamiendo.

-¡Maldición, qué hermosa eres! –jadeó mientras sentía cómo cada músculo de su cuerpo se tensaba

Y lo era, preciosa, Rex no podía dejar de mirarla, hasta que no pudo resistirse por más tiempo. La

levantó de un tirón, arrancándole aquel vestido con un gruñido mientras la besaba con desesperación.

Tener aquel pequeño cuerpo caliente y salvaje contra el suyo era la mejor

-Te necesito, Abby -le susurró en un tono urgente, antes de levantarla y llevarla a la cama. -Yo

también… -susurró ella sin aliento en su oído-. Te quiero dentro de mí.

Rex enterró la cara en su cuello, inhalando profundamente su dulce aroma, y luego bajó, trazando un

camino de mordiscos suaves y coquetos hasta sus pechos.

-Tengo que saborearte primero —dijo contra su piel, y Abby levantó la mirada para verlo. Sus ojos eran

brillantes, ardientes de deseo-. Tú eres tan… dulce–susurró-, quiero comerte

toda.

Abby gimió cuando sus labios se cerraron sobre uno de sus pezones, succionando fuerte mientras lo

acariciaba con la lengua hasta que se puso tensa. Luego pasó al otro, haciéndola arquear la espalda y

agarrarse a él mientras su boca se movía experta sobre ellos. Era absurdamente bueno… nunca

había sentido nada igual.

Sus manos descendieron por su cuerpo hasta encontrar la humedad de su sexo, Abby estaba lista

para él, su cuerpo ardía de deseo, pero antes de que pudiera hacer un solo movimiento, ella hizo el

suyo. Le dio la vuelta como si fuera un enorme osito de peluche y lo hizo pegar la espalda a la

cabecera de la cama mientras se sentaba a horcajadas sobre él.

Rex ya había imaginado que no iba a dominar absolutamente nada de esa primera vez, pero verla

tomar el control era demasiado excitante como para quejarse. Abby sintió cómo su cuerpo se

estremecía de anticipación mientras bailaba sobre su miembro despacio, solo excitándolo. Cerró las

manos sobre el borde de la cabecera y lo besó, lo besó desesperadamente mientras aquel monstruo

crecía aún más contra su sexo. Él estaba listo para romperla y ella se abrió para recibirlo.

-¡Mírame! -gruñó sobre su boca, y Rex perdió el aliento cuando la sintió descender sobre su miembro-.

Mírame… porque no quiero que olvides este momento nunca en tu vida. Mírame… Sintió sus manos

rodeando sus caderas con posesividad y gritó cuando Rex la penetró de un solo empujón, haciéndola

sentir llena hasta lo más profundo. 2

-¿Está bien, muñeca? -preguntó acariciando sus muslos con suavidad, dándole tiempo para que se

adaptara.

Sus bocas se unieron en un beso que subió de intensidad en un segundo y Abby enterró los dedos en

su espalda mientras comenzaba a moverse sobre él despacio. La sensación era increíble, sus cuerpos

se movían juntos en perfecta armonía. Abby era pequeña, y casi juraba que podía sentir cada

centímetro de Rex entrando y saliendo de ella.

-¡Dios, estás matándome, mujer! -susurró él’contra su boca-, ¡Qué hermosa eres!

Sus manos la guiaban, la acariciaban, la sometían a una espiral de deseo mientras Abby lo cabalgaba

furiosamente.

-¡Eso, nena, muévete… muévete para mí!

Le encantaba la humedad que escurría desde su sexo, el sudor entre los dos, los susurros, los jadeos,

los gemidos, pero no eran suficientes. Él necesitaba escuchar algo un poco más fuerte. Se impulsó

desde la cabecera y la hizo caer sobre su espalda.

-Mírame nena…

-¡Rex…!–susurró ella con voz entrecortada cuando lo vio enredarse una de sus piernas

alrededor de la cadera y subir la otra sobre su hombro. Abby cerró las manos con fuerza sobre las

sábanas-. ¡Dios, eso me va a doler…!

-Claro que no, muñeca, te va a encantar – ronroneó él contra la piel suave de su pantorrilla

Pero necesito que me mires… porque esto tampoco se te va a olvidar en la vida.

No se lo pensó dos veces y se impulsó dentro de ella con fuerza, llenándola en un solo movimiento. La

sintió retorcerse bajo él mientras entraba y salía de su cuerpo salvajemente, arrancando cada uno de

los gemidos que brotaban de su garganta. Su sexo se contraía alrededor de Rex como si quisiera

devorarlo, y gritó su nombre sin contenerse.

—¡Eso, muñeca, déjame oírte, me encanta oírte! —sonrió él viendo cómo se mordía los labios –. Grita

para mí, nena…

Abby gritó con fuerza cuando Rex la penetró con aquel ritmo perfecto, su miembro estiraba su

apretado sexo hasta el límite mientras la follaba con fuerza y rapidez. Le encantaba la forma en que él

tomaba el control, dominándola en todos los sentidos mientras se adueñaba de su cuerpo con una

lujuria primitiva.

-¡Grita, muñeca! -le ordenó agarrando sus caderas con fuerza, y se introdujo más profundamente

dentro de ella. Sus embestidas se hacían más rápidas y poderosas con cada segundo que pasaba y

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Abby gritó en éxtasis, arqueándose contra él mientras pedía más.

-¡Sí, sí…! -jadeó sin aliento al sentir que se acercaba cada vez más al orgasmo-. ¡Por favor, no

pares… por favor!

-¿Crees que puedo parar ahora, muñeca? -preguntó él con una sonrisa pícara-. ¡Nunca!

-¡Rex! -gimió ella cuando el orgasmo la inundó de repente, convulsionándose contra él mientras su

cuerpo estallaba en mil pedazos. Rex siguió follándola a través del orgasmo, sus embestidas se

hicieron más lentas y profundas. Abby lo agarraba con fuerza mientras la ola de placer recorría su

cuerpo y no quería que aquello terminara.

Rex se apoyó sobre sus codos para no caer sobre ella y observó cómo los ojos de Abby se llenaban

de lágrimas mientras gemía su nombre entre jadeos. Se los bebió todos con un beso mientras la

apretaba contra él, sintiendo como si se fundieran en uno solo mientras se corría desesperadamente

dentro de ella. 1

Era la gloria y jamás había estado más endemoniadamente feliz.

-¿Estás bien? -le susurró Rex acariciando su cabello mojado de sudor.

-Sí… creo… ja, no lo sé…

Cerró los ojos y solo sintió como él la besaba una y otra vez, borrando aquel pequeño rastro de

lágrimas desde sus ojos.

Había valido la pena; cada segundo de espera, cada acto de autocontrol, cada instante deseándola

había valido la pena solo por tenerla allí. La acarició despacio, observándola con fascinación mientras

ella miraba al techo con aquella pequeña sonrisa dibujada en los labios.

Abby se sentía como si estuviera flotando. No podía creer que aquello hubiera pasado; que Rex

realmente estuviera allí con ella, después de tanto tiempo.

-¿Estás segura de que estás bien? -preguntó él acariciando su mejilla, sonriendo cuando ella asintió

lentamente.

-Sí.

-¿Y no vas a salir corriendo? -preguntó Rex mirándola a los ojos, y Abby supo en ese instante que

jamás había amado más a aquel condenado hombre. Simplemente no lo podía evitar.

-Solo hacia ti respondió.

Rex la besó de nuevo con ternura antes de rodar sobre el colchón y llevarla con él, sus brazos

rodearon su cuerpo desnudo mientras ella se acomodaba contra su pecho. Abby suspiró satisfecha

cuando él levantó una manta del suelo y la cubrió, y se acurrucó contra él mientras escuchaba el ritmo

constante de su corazón.

Y por un instante, un solo instante mágico y maravilloso, se permitió sonreír pensando en el maldito

infarto que iba a darle a Rex Lanning cuando supiera quién era ella en realidad.