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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

LA NOVIA EQUIVOCADA CAPÍTULO 16
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CAPÍTULO 16. ¡Ella lo sabía! – Nathan! – Amelie no pudo evitar el grito de susto cuando vio a Nathan

agarrar la tapa de la tetera.

Le siguió un gruñido sordo, una tapa cayendo y un poco de agua hirviendo derramada sobre su mano.

– ¡Maldición! -exclamó él y antes de que pudiera reaccionar ya Amelie había tomado la mano

lastimada y la metía debajo del chorro de agua del fregadero.

– No te muevas – le dijo corriendo hacia la nevera y sacando una botella de agua fría.

Enseguida la vertió en un recipiente limpio y metió la mano de Nathan dentro, sosteniéndole la

muñeca.

-i¿Por qué no le ponen a eso que uno no debe tocar la tapa?! –gruñó él con rabia y Amelie suspiro. –

Porque no deberían necesitarse instrucciones para el sentido común – replicó ella-. El asa de la tapa

no está caliente, pero el vapor te puede quemar. Durante unos minutos Amelie dejó aquella herida

refrescarse y fue en busca de un botiquín de primeros auxilios. Mantuvo la calma y la concentración

mientras veía a Nathan rezongar en silencio, le sacó la mano del agua con cuidado y examinó la

herida, suspirando aliviada al ver que no era demasiado grave. – Esto va a escocer un poco – dijo,

aplicando con cuidado una pomada sobre la quemadura. Nathan apretó los dientes y trató de no

estremecerse al sentir la crema fría en su piel-. Lo siento -murmuró Amelie con suavidad, encontrando

su mirada con una sonrisa tranquilizadora-. Se ve peor de lo que es y con esta crema se arreglará

pronto.

-¿Quieres decir que ni siquiera me quedará una marca de guerra? – preguntó él con ironía.

– No, por suerte te ahorrarás la cicatriz de la vergüenza, porque el Guerrero Dragón no sabe hacer té -

se rio ella y luego sopló despacio sobre su mano. Nathan respiró profundamente mientras Amelie

seguía atendiendo su herida. A pesar del dolor, estaba agradecido por su rapidez mental y su

comportamiento tranquilo en una situación que, de otro modo, sería estresante. La quemadura le

escocia, pero las manos pequeñas de Amelie bajo la suya le provocaban reacciones miles de veces

más fuertes que la quemadura.

– Listo, campeón. ¡Ah, espera! – Amelie se metió a la despensa y sacó un par de

dulces de la reserva personal del abuelo King-. Ten, por no quejarte ni lloriquear. -Eres una bruja -

murmuró él mientras ella volvía a poner la tetera al fuego. – Pero soy una bruja experta – le sonrió

Amelie-. ¡Y ahora vete antes de que te ponga a hacer otro té! Nathan negó con vehemencia.

-¿Estás loca? ¿Quieres que mi abuelo se burle de mí hasta el fin de los tiempos? – la increpó—. Yo

salgo con la herida de guerra pero con el té hecho, así que… mejor tú lo haces y yo me llevo el

crédito. Amelie levantó una ceja desafiante, pero terminó haciendo el té por él. Estaba terminando de

prepararlo cuando lo sintió poner una mano a cada lado de su cuerpo y pegarse a su espalda para

mirar por encima de su hombro. – A Sophi le gusta con más azúcar. Pero el azúcar en el té de Sophia

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era lo que menos tenía Nathan King en la cabeza, solo quería estar cerca de Amelie, evaluar cada una

de sus reacciones y comprobar si de verdad era cierto eso de que sabía sobre la mentira de los Wilde

y se lo estaba callando. La sintió estremecerse mientras le apartaba a un lado el cabello y acercaba la

nariz a su nuca.

-¿Qué haces? -susurró ella, tensa. -Solo te estoy mirando -respondió él con voz grave—. ¿Por qué

parece que estás… nerviosa?

Amelie tembló cuando el cuerpazo enorme de Nathan se apretó contra su espalda.

– No hagas eso, no está bien-susurró ella, girándose lentamente hacia él y lo miró a los ojos, sus

labios estaban separados en un pequeño gesto que confundió a Nathan por completo. – ¿Por qué no?

-Para empezar porque me odias y yo te odio. – No hables por mí, yo no he dicho que te odio, en

cambio tú sueles llamarme… ¿ Cómo era? ¿”Ogruto”? ¿Eso qué diablos es? – preguntó él mientras la

muchacha se ponía lívida-. ¿Qué es, Amelie?

-Es… una mezcla entre ogro y bruto — susurro mirando al techo y tratando de aguantarse la risa. 3

Nathan se mordió el labio inferior con un gesto que la sonrojó en un segundo. Apoyó las manos en la

encimera, a cada lado de su cuerpo y se inclinó despacio

sobre ella, pero ni siquiera había llegado cerca de su boca cuando se tropezó con una mirada que no

tenía nada de agradable.

-No vuelvas a hacer eso – dijo Amelie-. Ya te dije que no está bien. Incluso si no nos odiamos, igual

vas a casarte con Stephanie.

-Eso no te molestó antes. -¿Las dos bofetadas que te di no fueron lo bastante evidentes? -replicó ella-,

Pero si quieres saber la verdad, tienes a Stephanie en tan poca estima que es fácil olvidar que es tu

prometida, y no solo para mí, sino para el resto de tu familia también.

Nathan arrugó el ceño mientras se echaba atrás y se apoyaba en la isla de la cocina.

– Honestamente no esperaba que defendieras a Stephanie. No parece que sea muy agradable contigo

– dijo Nathan achicando los ojos.

– Y no lo es, ni conmigo ni con nadie, pero más importante que lo que yo pueda creer sobre ella, es

que está aprendiendo Sophia de todo esto.

-¿Qué quieres decir? – preguntó Nathan, frunciendo el ceño. Amelie suspiró y se pasó las manos por

el cabello, intentando ordenar sus pensamientos.

– Nathan, Stephanie es tu prometida y tienes que respetarla, pero no estás enamorado de ella ni

tampoco te importa lo que le pase. Estás casándote con ella porque les conviene a los dos y Sophia lo

sabe. Es una niña pero no es tonta, y eso es lo que está aprendiendo.

– Pues Stephanie es una mujer que puede enseñarle muchas cosas buenas — declaró Nathan con

determinación y sonrió internamente al ver la reacción exasperada de la muchacha frente a él.

-¿Eh?

-Pues, sí. Es sofisticada, inteligente, elegante…

– Caprichosa, malcriada y con cero instinto maternal terminó Amelie-. No puedo creer que la estés

defendiendo después de saber que no le agrada a Sophia. ¿Acaso no te das cuenta de que solo la

está usando para manipularte? Nathan la miró fijamente a los ojos durante un largo minuto.

– Dime una cosa, Amelie. ¿Tienes idea de por qué me comprometi con Stephanie? —preguntó

directamente.

-Supongo que porque quieres una madre para Sophia –respondió Amelie

esquivando su mirada.

-Eso es parte de ello, sí, pero no es la única razón – dijo Nathan con seriedad. Ni siquiera mi familia

está muy convencida de este matrimonio, pero hay algo que tienes que saber: Stephanie salvó a

Sophia de una situación muy peligrosa hace unas semanas, y yo le debo eso. Nunca podré pagarle lo

que hizo por mi hija, así que me comprometí con ella para darle lo único que puedo ofrecerle en

cambio: mi nombre y el respaldo de mi familia. Amelie lo miró fijamente sin decir nada durante un largo

minuto.

– Entiendo -respondió y Nathan sintió que hervía de ira por esa respuesta.

– ¿De verdad lo entiendes? — la increpó—. Voy a casarme con la mujer que salvó la vida de mi hija.

Le daré todo lo que tengo, mi dinero, mi apellido, la posición de la señora de esta casa, será la mujer

más poderosa de la ciudad solo por ser mi esposa…

¡Era mucho, era demasiado! ¡Era lo que cualquier mujer soñaría! Nathan sentía que debía dejarlo bien

claro, para que Amelie supiera todo lo que ganaría la mujer que había salvado a su hija. ¡Maldición y

que todo eso podía ser para ella, debía ser para ella, solo tenía que reclamarlo!

– Va a ser la mujer más poderosa de esta ciudad, pero no va a ser una mujer feliz – declaró Amelie

con una seguridad que le sentó a Nathan peor que las dos bofetadas.

– ¿Disculpa?

-Va a pasar el resto de su vida con una hija que no la ama, un hombre que solo la quiere como una

sirvienta galardonada y una familia que solo la respeta por obligación -murmuró Amelie mirándolo a los

ojos —. Incluso si Stephanie tuviera madera de madre, tendría que dedicarse por entero solo a cuidar

a Sophia y a… a los otros hijos que tenga con usted.

– ¡Eso sería un honor! -gruñó Nathan, exacerbado porque de repente ella lo trataba de “usted”,

marcando la distancia.

– No, eso sería un castigo. Porque quizás con otro hombre sería diferente, pero dudo que usted pueda

entender que una mujer no deja de ser mujer cuando es madre.

Nathan sentía que su cuerpo vibraba de impotencia. Cuando estaban gritándose y peleando aquella

chiquilla era más manejable, pero cuando dejaba claro, de aquella forma, que sabía lo que estaba

rechazando y por qué, simplemente ese ego de magnate poderoso se le iba por el suelo. – ¿De

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verdad? ¿Y por qué crees que yo no sería capaz de entender eso? -siseó.

– Porque usted no quiere una esposa, sino otra empleada a la que gobernar, una que solo sirva para

cuidar niños, y eso es triste, porque será exactamente lo que Sophia aprenda – dijo Amelie con una

mueca de tristeza-. Ser madre no significa perder nuestra esencia de mujer, señor King, sino

conservarla y convertirla en un ejemplo que nuestras hijas puedan seguir y nuestros hijos respetar. ¿A

usted le gustaría que Sophia creciera para ser la reina de King’s Holding Corporation… o la yegua de

cría de algún otro hombre? Nathan se puso lívido. La quemadura le había dolido menos. Las

bofetadas le habían causado menos impacto. Amelie sabía perfectamente que podía tenerlo a él y lo

estaba rechazando abiertamente, y lo peor era que Natha King sentía que no podía rebatirle aquella

decisión. – Debería pensar un poco en eso – murmuró Amelie antes de tomar la bandeja de té y salir

de la cocina, dejándolo mudo y petrificado en su lugar. 1

Entonces era oficial:

Amelie sabía que los Wilde lo estaban engañando. Amelie sabía todo lo que el ofrecía para la

salvadora de su hija.

Amelie había decidido no reclamar ese derecho…

.

porque Amelie no quería casarse con él.

-¡Maldición! Para la próxima la beso a la fuerza y que me vuelva a golpear – pensó en voz alta—. ¡Voy

a salir mejor que con otra bofetada mental de estas! 2

Se mesó los cabellos con frustración y respiró hondo antes de salir a la terraza. Aquellas palabras de

la chiquilla eran demasiado profundas, demasiado maduras… y demasiado ciertas. Se reunió con su

familia, desestimó la quemadura y se dedicó a pasar un buen rato hasta que Amelie anunció que

debía irse. Vio cómo Sophia la abrazaba con cariño y protestaba porque no quería que se fuera. Para

Nathan era una sensación extraña: Las mujeres se acercaban a Sophia para tener acceso a él, y allí

estaba Amelie Wilde, rechazándolo a él, prefiriendo a Sophia… Y entonces Nathan supo que solo le

quedaba algo por descubrir: Él estaba fuera de la ecuación, pero ¿cuánto estaba realmente Meli

dispuesta a hacer por su hija? 2 Apenas la chica atravesó la puerta, Nathan se llevó a Sophia a su

habitación para arroparla, pero antes de que la niña se durmiera se sentó a su lado.

-Sophi, a ti te agrada Meli ¿verdad? – le preguntó y su hija se sentó en la cama de inmediato. -¡Mucho,

con M de muchísimo! — respondió apurada.

Nathan asintió y la miró con una sonrisa.

-Entonces, ¿qué te parece si tú y yo hacemos un trato? Explicarle a Sophia lo que quería hizo que los

ojos de la niña brillaran con emoción, y Nathan King no se sorprendió para nada cuando Sophia alargó

la manito para estrechar la suya. 1

-¡Trato hecho, papá! -sentenció. Nathan le dio un beso y apagó la luz antes de salir, viendo como su

hija se acurrucaba con una sonrisa.

– Tú vas a ser la reina de King’s Holding Corporation – sentenció.