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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

LA NOVIA EQUIVOCADA CAPÍTULO 41
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CAPÍTULO 41. No eres torpe, nena El rostro de Aquiles Wilde iba del pálido cascarón hasta el rojo

rabioso cada pocos segundos. Y para rematar Paul Anders le dirigió una mirada llena de desprecio.

–¿Qué pretendía hacer, señor Wilde? ¿Ganar tiempo? ¿Amañar los resultados de alguna manera?

¿Sobornar a uno de los pobres técnicos de laboratorio? ¿Engañar a este tribunal? – siseó.

–¡Objeción! – se levantó el abogado de Aquiles–. ¡Que dos personas tengan el mismo tipo de sangre

rara no significa que sean necesariamente familia!

– En eso tiene razón, abogado, y para que no hubiera malos entendidos en el asunto, se solicitó la

participación del Fiscal de Distrito en el examen. — Paulle entregó al juez un juego de documentos

originales y un hombre de mediana edad, serio y adusto, se levantó para saludar al señor juez–. Su

Señoría, el fiscal Higthower supervisó todo el proceso, desde la exhumación del cadáver del señor

Russell Wilde, hace diez días hasta las tomas de sangre de Amelie Wilde, avalando una cadena de

custodia impecable. ¿Es esto correcto?

El fiscal se adelantó y asintió.

–Así es confirmó el hombre–. Los exámenes se hicieron en el laboratorio de medicina forense y no hay

ninguna duda: La señorita Amelie Wilde es la hija biológica del señor Russell Wilde.

Aquiles lanzó una maldición y la sala se llenó tanto de murmullos que el juez tuvo que llamar al orden.

Lo que siguió fue un proceso agotador, con largas horas de deliberación e intensos interrogatorios a

antiguos abogados, financistas, directores de las empresas, notarios. Pero a pesar de todo, Meli se

mantuvo firme, confiando en que se haría justicia. Por fin, el juez estuvo listo para dar su veredicto.

Ella estaba nerviosa aunque Nathan y Paul parecían confiados.

Sus tíos la miraban con odio y Stephanie la miraba con... Meli ya ni sabía con qué pero juraba que

cada día le veía a su prima más cara de psicópata.

–¡En el caso H4586F23A, Wilde vs Wilde por el patrimonio integro e indivisible del señor Russell

Wilde, esta corte falla... a favor de Amelie Wilde! – pronunció el juez y todos de levantaron, unos

emocionados y otros furiosos–. Decreto con carácter inmediato el embargo amparado de todas las

propiedades comprendidas en la herencia y su restitución inmediata a su legitima dueña; y Aquiles

Wilde deberá pagar una compensación de siete millones de dólares por daños punitivos. Desde este

momento tiene prohibido el paso a cualquier residencia o empresa de la señorita Amelie Wilde.

Meli sintió una sensación de alivio y triunfo, sabiendo que por fin se había hecho justicia, y Nathan la

abrazó con fuerza. Había ganado el caso, y ahora era oficialmente heredera de la fortuna de los Wilde.

Cuando salieron del juzgado, una avalancha de periodistas los estaban esperando. Nathan trató de

proteger a Meli de los micrófonos, los fotógrafos y el asalto de preguntas, pero estaba tan concentrado

en evitarle a los periodistas que no se die cuenta de que detrás de ellos venía una mujer furiosa y

descontrolada.

Amelie solo fue consciente del pitido sordo que sintió es su oído, Sintió un dolor agudo y sordo

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que resonaba en su cabeza después del golpe. Stephanie había descargado su bolso de mano contra

su cabeza y venta pesado, muy pesado, le había dolido como un ladrillo. Ni siquiera tuvo tiempo de

gritar antes de caer al suelo, su cabeza golpeó contra uno de los escalones de la entrada del Juzgado

y luego solo habla ples por todos lados a su alrededor. Intentó retroceder al ver la cara de satisfacción

de Stephanie, levantando de nuevo el puño hacia ella

Te dije que me las pagarías, m*****a! ¿¡Cómo pudiste hacerme esto!? –gritaba histérica mientras

forcejeaba con Meli, tratando de golpearla de nuevo ––– ¡Es mi herencia, es mi dinero, mio, zorra,

mío! ¡No le bastó quedarte con Nathan!? ¿¡Por que tenías que meterte con mi dinero!? iTe odio, te

odio! ¡Tú me obligaste a hacer esto! – la acusó Stephanie mientras agarraba el abrigo de Melicon

fuerza. jTe estabas riendo de mí con él y ahora me lo quitas todo! ¿Cómo has podido hacer eso?

Stephanie trató de golpear a Meli otra vez, Nathan la levantó por la cintura y la empujó a un lado.

Enseguida vinieron algunos policías y el mismo abogado de Aquiles trató de contenerla. Nathan

levantó a Meli y la revisó apresurado, verificando que no hubiera sangre por ningún lado antes de

girarse hacia Stephanie

– ¡Vas a pagar por esto! ––se quejó la mujer histéricamente, luchando con todos los que la contenían

para volver a golpear a Amelie. — ¡Es mi herencia, es mi dinero, y es mío, mio, todo es mío! ¿Por qué

has tenido que meter tus narices en mi herencia?

–¡Lo que vas a tener son tus narices en la cárcel, maldit@ desquiciada! –gruñó Nathan con fiereza –

¡Esto es una agresión, así que más vale que tu padre no despida a su abogado, porque mañana vas a

tener una demanda tocando a tu puerta! ¡A ver cuántas seguidoras vas a tener en prisión!

Nathan pasó un brazo protector alrededor de Amelie y la sacó de allí. Estaba furioso consigo mismo

porque Stephanie la había golpeado en sus narices, y él estaba tan estúpidamente feliz por haber

ganado el caso, que ni siquiera imaginaba que Stephanie podía atreverse a atacarla y menos delante

de toda aquella gente, con las cámaras, las noticias... Pero ciertamente era una mujer desequilibrada.

– ¿Estás bien, cielo? Mírame – le pidió Nathan cuando subieron al auto-. ¿Estás bien?

–Sí, eso creo, solo es un chichón, ya pasará — respondió ella, pero una hora después Nathan la

sentaba en una banqueta alta de la cocina y le ponía una bolsa de hielo en la cabeza por si acaso.

Sobra decir que fue un día de celebración. Paul llegó poco después con todos los documentos de

adjudicación, y para mantener las cosas calientes, tuvieron que ir a comprobar el embargo de la

residencia Wilde para que Amelie pudiera recibir la parte tangible de sus posesiones.

En todo el camino Nathan la vio entretenida con su celular, así que la dejó distraerse, sin imaginar lo

que estaba buscando en verdad.

Los minutos de paz fueron escasos, porque cuando llegaron a la propiedad aquello era un espectáculo

mayúsculo, estaba la prensa más importante de la ciudad, patrullas de policía y muchos peritos del

departamento de Delitos Financieros del Juzgado. Afuera los Wilde vociferaban porque no nos

dejaban entrar a su propia casa.

–Sé que esto en muy incómodo, nena, pero hay que pasarlo – le dijo Nathan tomando su mano para

darle fuerzas y Amelie asintió. Aquiles estaba al borde del colapso y Heather despotricaba contra el

juez, el abogado, y quien

se le atravesara. Stephanie solo miraba a todos con odio, pero más a los periodistas que estaban

documentando aquella vergüenza. – Bueno, al fin se te hizo –murmuró Nathan acercándose–. La

próxima vez que alguien escriba “Stephanie Wilde” en un buscador de internet, lo único que

encontrará serán estos videos, donde dejas de ser una influencer consentida para convertirte en la

mujer pobre y trabajadora que siempre estuviste destinada a ser.

Stephanie hizo un gesto agresivo hacia él, pero aquellos oficiales saliendo de la casa con varias

maletas la hizo enmudecer, estupefacta.

– ¿Qué es esto...? ¿Qué pasa? –murmuró Heather con lágrimas en los ojos.

–Señores Wilde, el juez ha autorizado a sacar una maleta de ropa para cada uno, pero solo eso –

declaró uno de los peritos mirando las hojas del inventario–. Todo lo demás, desde la mansión, obras

de arte, joyas, incluso el contenido de la caja fuerte... todo es propiedad ahora de la señorita Wilde.

–¡Esto es un atropello! –gritó Aquiles—. ¡Es un atropello, un robo! ¿Cómo puede echarnos a la calle

de esta forma?

– ¿Y eso no fue lo que tú hiciste conmigo? —preguntó Amelie con tono bajo pero firme y todos

callaron a su alrededor – . Al menos los oficiales tuvieron la delicadeza de meter tu ropa en una

maleta. Tú me echaste a la calle en medio de la noche, tiraste un poco de ropa mía aquí mismo –dijo

señalando al suelo del jardín–, y me lanzaste a la cara una bolsa de basura para que metiera mis

cosas. Si mal no recuerdo dijiste algo como... “Espero que te guste dormir debajo de un puente” ¿No

es así?

Aquiles se puso rojo de la rabia, pero antes de que pudiera replicar, varias oficiales femeninas se

acercaron a su mujer y a su hija.

– Por favor, no se muevan, no queremos usar la fuerza delante de los periodistas, pero no dudaremos

en hacerlo si se resisten –aseguró la mujer.

Heather y Stephanie se quedaron petrificadas mientras las oficiales las rodeaban y les retiraban todas

las joyas. Incluso les quitaron las carteras y cortaron las tarjetas de crédito con base en las Empresas

Wilde.

Era una completa locura, pero por más que gritaron y protestaron, no les quedó más remedio que

atravesar la reja y largarse solo con sus maletas, porque ni los autos les dejaron llevarse. Poco

después los oficiales le entregaron a Paul toda la documentación y se fueron. Amelie miró aquella

casa con tristeza.

–¿No quieres entrar? – preguntó Nathan. –Quiero venderla – dijo Amelie–. Todo lo que pueda donarse

irá a la caridad, lo importante a una caja de seguridad en el banco que Paul estime más conveniente, y

la casa va a la venta.

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– ¿No quieres quedarte la mansión?

–Esta jamás fue la casa de mi familia y nunca fui feliz aquí – respondió Amelie–. Solo quiero recuperar

mi casa -. Le mostró su celular a Nathan y él vio lo que ella había estado buscando. Un pequeño

chalet de estilo victoriano que estaba en venta–. Ahí nací y viví hasta que murió mi madre – dijo

suavemente–. La quiero de vuelta. Nathan asintió mientras besaba su cabeza.

–Considéralo hecho – le aseguró.

Deiaron todo en manos de Paul y se dirigieron al auto para regresar a la mansión King, pero antes de

que Meli lo alcanzara, se llevó una mano a la cabeza y se tambaleó un poco. 1

– ¡Hey, hey! – la llamó Nathan haciendo que se enfocara—. Vamos, tranquila, deja que te lleve a casa.

Todo el estrés de los últimos días le estaba pasando factura y eso era lógico. Nathan la obligó a hacer

reposo un par de días, pero si esperaba que las cosas mejoraran con el descanso, se equivocaba.

Meli seguía estando cansada, con dolores de cabeza y mareos frecuentes. El colmo fue cuando casi

derramó el agua hirviendo de la tetera porque no lograba alcanzar el mango.

–¡Rayos! –gritó con frustración y se giró solo para golpearse con uno de los cajones abiertos. Nathan

llegó junto a ella en un segundo y la sentó en una de las banquetas, frotando su rodilla – ¿¡Cómo

puede caber tanta torpeza en una sola persona!? —se quejó la muchacha con impotencia.

–No es torpeza, nena –dijo él levantando su barbilla-. Tienes problemas de equilibrio, que es muy

diferente.

Amelie arrugó el ceño.

– ¿De qué hablas, Nathan?

– Desde que llegaste a la casa me di cuenta de que a veces crees que las cosas están donde no

están. Hablé con el doctor Benson y adicionó tu expediente médico al de la familia – le explicó él –.

Estuvo revisando viejos estudios tuyos y dice que pueden haberte quedado secuelas del accidente

que tuviste con tu madre. El médico en ese entonces te derivó con un neurólogo pero no hay registros

de que los Wilde te hayan llevado. Amelie negó, ella tampoco recordaba nada como eso.

– No, no me llevaron.

–El doctor Benson contactó a un especialista y quiere hacerte nuevos estudios. ¿Podemos hacer una

cita? —preguntó Nathan y ella asintió.

–Sí claro… aunque no sé si es peor estar enferma o ser realmente torpe –susurró Meli. –iOye, siempre

serás Miss Tropiezo, pero prefiero asegurarme de que solo tropieces sobre mí! – rio él antes de llamar

al doctor Benson y hacer una cita con el neurólogo.

Veía a Amelie sonreírle mientras hablaba con el médico, pero de repente sus ojos se perdieron, su

nariz se arrugó un poco con un gesto breve de dolor y Nathan tuvo que soltar el teléfono para

alcanzarla mientras se caía de espaldas de la banqueta. 1

-¡Meli! –El sonido del celular haciéndose pedazos le hizo de sonido de fondo y Nathan solo gritó más

alto mientras la levantaba en brazos—. ¡Abuelo! ¡Abuelo!