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¿Tuvimos un hijo

Capítulo 266
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Tuvieron una cena abundante esa noche, aunque para esa hora, Alejandro estaba completamente

empapado de sudor después de divertirse tanto. Al verlo en ese estado, Elías le acarició el cabello con

afecto y le preguntó: —Alejandro, ¿te gusta mi casa? —¡Sí! —contestó el niño con la boca llena, tal

cual una ardilla. «¡Perfecto! ¡A Alejandro le gusta la casa de Elías y su comida!» pensó Anastasia

mientras se reía sin poderlo evitar. Después de la cena, ella llevó a Alejandro a bañarse. Una vez

terminaron y le secaron el cabello, el pequeño lucía más apuesto que antes. Anastasia también

empacó algunos Legos para él, así que se entretuvo con ellos en el sillón de su cuarto. Mientras tanto,

ella regresó a su habitación y se paró frente a la ventana, observando el panorama de la ciudad, un

impresionante espectáculo de luces en un bosque conformado por altos edificios. Era toda una vista

que apreciar. Regresó a revisar a Alejandro alrededor de las nueve y media de la noche. Se rio al ver

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que el pequeño se quedó dormido en el sillón con sus Legos aún en su mano. Su estómago estaba

apoyado sobre el sillón, pero sus piernas tocaban el piso. Lo cargó para acostarlo en su cama y

arroparlo. Ajustó el aire acondicionado y le dio un beso en su frente para después salir, aunque dejó

encendida una pequeña luz. Elías se topó con ella cuando cerraba la puerta del cuarto y, con un tono

suave, le preguntó: —¿Alejandro ya se durmió? —Sí, se quedó dormido —susurró Anastasia mientras

lo veía. Notó que lucía algo cansado después de un día de trabajo, haciendo que luciera más relajado,

en lugar del sujeto distante que solía ser. —También deberías irte a acostar, presidente Palomares —

dijo con calidez antes de entrar a su cuarto. No obstante, cuando cerraba su puerta, Elías lo impidió y

ella quedó anonadada al ver cómo entraba a su habitación con un aire intimidante. Su corazón se

aceleró, pues él siempre actuaba de esa forma en la casa de Anastasia, pero ahora estaban en la

casa de Elías. «No se le quedó este hábito, ¿¡cierto!?». —¿Necesitas algo de mí, presidente

Palomares? —preguntó Anastasia, fingiendo estar calmada. —No me deseaste las buenas noches. —

Utilizó la excusa más aleatoria que se le pudo ocurrir. —Buenas noches —contestó Anastasia de

inmediato. —¿Me tienes miedo? —preguntó Elías, sonriendo, mientras tomaba asiento en el sillón y

cruzaba sus piernas. —¿Te preocupa que te coma? —No eres una bestia, presidente Palomares. No

te comerías a otro ser humano. —Anastasia decidió hacerse la occisa. —Te equivocas porque sí lo

haría. Elías no quería que ella lo exaltara constantemente, pero ella sabía que no sería capaz de

correrlo de su cuarto. Optó por sentarse en la orilla de su cama, viéndolo de frente. —Presidente

Palomares, mi padre y yo quedamos en deuda contigo y, en definitiva, te pagaremos estos favores

cuando sea el momento indicado. —Antes que ella se diese cuenta, su familia ya había dependido

tanto de él. —No necesito que me pagues nada, pero si insistes, lo que yo quiero es… Elías enfocó su

mirada sobre la mujer en la cama mientras hablaba. Ella era como una rosa que acababa de florecer

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bajo las luces nocturnas. Sus rasgos hacían que su cara redonda luciera más hermosa y viva. Su

belleza no era ordinaria, pues ella lucía perfecta, ya fuera que llevase un maquillaje simple o

elaborado. Incluso podía hacer que los hombres cayeran ante ella aun con maquillaje simple. Por su

parte, Anastasia solo lo miró con curiosidad, esperando a que terminara de hablar. —A ti —dijo con

firmeza. «¿¡Qué rayos quiere conmigo!? ¡Qué palabras tan atrevidas!» pensó Anastasia mientras se

sonrojaba al escucharle. Estaba extrañada de que dejó que su curiosidad la retuviera de esta forma.

Ahora estaba segura de que tenía que correrlo del cuarto. —Se hace tarde, presidente Palomares.

Deberías ir a descansar. Elías sabía que ella haría eso, por lo que se puso de pie y se despidió antes

de salir. Anastasia suspiró aliviada una vez cerró la puerta, pero ¿a qué era lo que le tenía miedo?

¿Temía que él la presionara o que su propio corazón al fin cediera ante él? Si ella no tuviese un hijo o

el incidente hace cinco años nunca hubiera pasado, Anastasia estaba segura de que amaría a un

hombre con todo su corazón: un amor hasta que la muerte los separe, esa clase de amor. No

obstante, ahora tenía a Alejandro a su lado, por lo que ella no quería saber nada del amor. No era que

no confiase en otro, sino que tenía obligaciones paternales que cumplir.